La Leyenda de Santa Marta

LA LEYENDA DE SANTA MARTA

Al dispersarse los discípulos de Cristo… Marta, María Magdalena, San Maximino, Lázaro, su hermano y muchas otras personas, por orden de los infieles, embarcaron en un navío desprovisto de remos, velas, timón y a bordo del mismo, conducido milagrosamente por Dios, arribaron a Marsella, donde desembarcaron. Poco después se trasladaron a Aix y convirtieron a la fe de Cristo a los habitantes de la región.

Marta fue una mujer simpática y muy elocuente. En un bosque situado en las proximidades del Ródano, entre Arlés y Aviñón, había por aquel tiempo un dragón cuyo cuerpo era más grueso que el de un buey y más largo que el de un caballo. Era una mezcla de animal terrestre y de pez, sus costados estaban provistos de corazas y su boca de dientes cortantes como espadas y afilados como cuernos. Esta fiera descomunal a veces salía de la selva, se sumergía en el río, volcaba las embarcaciones y mataba a cuantas personas en ellas navegaban.

Se temía por cierto, que el espantoso monstruo hubiese sido engendrado por Leviatán (que es una serpiente acuática ferocísima) y por una fiera llamada onaco u onagro (especie de asno salvaje propio de la región de Galacia), que desde este país asiático había venido nadando por el mar hasta el Ródano y llegando a través del susodicho río al lugar donde entonces se encontraba. Se decía también que este dragón si se sentía acosado, lanzaba sus propios excrementos contra sus perseguidores en tanta abundancia que podía dejar cubierta con sus heces una superficie de una pigada; con tanta fuerza y velocidad como la que lleva la flecha al salir el arco y tan calientes que quemaban como el fuego y reducían a cenizas cualquier cosa que fuera alcanzada por ellos.

María atendiendo a los ruegos de las gentes de la comarca y dispuesta a librarlas definitivamente de los riesgos que corrían, se fue en busca de la descomunal bestia. En el bosque la halló devorando a un hombre, se acercó la santa, la espejó con agua bendita y le mostró una cruz. La terrible fiera al ver la señal de la cruz y al sentir el contacto del agua bendita, se volvió de repente mansa como una oveja. Entonces Marta se arrimó a ella, la marró por el cuello con el cíngulo de su túnica y usando el ceñidor a modo de ramal, la sacó de entre la espesura del bosque. La condujo a un lugar despejado y allí los hombres de la comarca la alancearon y mataron a pedradas.

Hasta entonces la zona aquella en que el monstruo se escondía por lo sombrío y tenebroso del paraje, se llamaba Nerluc, que quiere decir lago negro. Pero a partir de la captura y muerte del dragón al que la gente designaba con el nombre de Tarascón, en recuerdo de la desaparecida fiera comenzaron a llamar Tarascón a lo que antes habían llamado Nerluc.

Una vez muerto el dragón, María, con el beneplácito de su hermana y de San Maximino, decidió consagrarse a la oración y al ayuno precisamente en aquel lugar de la selva. Pronto se le unieron, con el mismo propósito, varias mujeres. Edificó una basílica dedicada a la bienaventurada siempre Virgen María y un convento anejo en el que todas ellas organizaron su vida de comunidad a base de penitencia y de oración.

 

Fuente: Martos Núñez, E. (1995). Album de Cuentos y Leyendas Tradicionales de Extremadura. Vol. 1. (p. 195).